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lunes, 4 de mayo de 2020

Desayuno con el Lic. Arturo Núñez Jiménez.Cultura Política y Procesos Democráticos.



Coyuntura Política del País*

 Jesús Alberto Oliver Rodríguez


En esta ocasión tocó hacer uso de la palabra en el ciclo Lecturas de la Realidad Contemporánea a nuestro compañero generacional y distinguido amigo el Lic. Arturo Núñez Jiménez, quien entre otras posiciones ha operado como Director de Capacitación Política del PRI,  Subsecretario de Gobierno, Titular del Infonavit, 1er Presidente del Instituto Federal Electoral, Diputado Federal y Coordinador Parlamentario por el PRI en la Mesa de Concertación política del Congreso de la Unión en la LVI legislatura.

Inicio su exposición, retomando al italiano Giovanni Sartori, Ingeniería de las Sistemas Comparados, y al alemán Diters Nodi, quien trabajó sobre “Presidencialismo y Federalismo”  señalando que el federalismo de los Estados Unidos de Norteamérica y el de los Estados Unidos Mexicanos, no se parecen en lo absoluto, a pesar de haber tomado muestra del de ellos. Lo anterior, comenta, es debido, entre otros aspectos, a que la diversidad es parte de la democracia, no de la homogeneidad, lo cual también podemos hacerlo extensivo a todos los aspectos de la humanidad, ejemplificando lo anterior, con el caso típico de la familia, con igual patrimonio cultural y material que sin embargo, tiene hijos muy diferentes.

La democracia implica “luz a los problemas” no al revez; En México hay puntos obscuros, los cuales parecen que nada los puede aclarar. Hans Kelsen señala que “la mayor proximidad al acuerdo (hoy consenso) es resultado de sumar partes”
   
En la diversidad existen diferentes tendencias dentro de la cultura política, la cual se origina en el caso de México desde la conquista, dentro de los cuales están los “principistas o pragmáticos”, derivados del trauma de la conquista que se traduce en “chingar o ser chingado”.

México es un país con una tradición cultural que deriva de dilatados y continuados procesos de carácter “revolucionario”. Deseamos referirnos a “la violencia” como una de los ingredientes fundamentales que constituye ese carácter; diríamos de manera resumida, que se presenta este elemento como un paradigma que implica el enfrentamiento entre  Tú o Yo”; ello se puede apreciar en los diferentes pasajes históricos que constituyen la cultura política nacional, que históricamente puede arrancar desde la Conquista de México-Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521,   por Hernán Cortés en una suerte de hazaña medieval.

A lo largo de la Nueva España, los virreyes eran personajes que venían a gobernar una tierra y una sociedad que no conocían, de ahí, que la personalidad del Virrey fuera tan paternalista, representaba prácticamente no-solo, una colonia, sino también, daba la figura de un protectorado. La cultura política del proceso de gestación de la sociedad novo hispana, fue caracterizada por el Varón Alexander Von Humbolt principios del siglo XIX, como “de grandes contrastes sociales”, ha generado fenómenos como el paternalismo, el caudillismo y el presidencialismo.

El caudillo surge entre sociedades polarizadas, no es de izquierda ni de derecha, es el caudillo y no tiene sino incondicionales. En cambio la figura del líder, surge entre sociedades más parejas, más igualitarias; por lo que se presenta como más accesible al diálogo como a los cuestionamientos ciudadanos. México ha pasado recientemente de la figura de un “hiper presidente”, propia del presidencialismo mexicano, a la de un “hipo presidente”, propia de los cambios sufridos en los años 70-80, como: cambios en precios de energéticos, sistemas monetarios, crisis fiscales como de endeudamiento y sobre valuación monetaria, cambios propios de la llamada “modernidad”, por la llegada del neoliberalismo y globalización, como formula de relevo del nacionalismo de la primera mitad del siglo XX; en resumen, de las recurrentes crisis económicas y políticas del Estado Mexicano.     

La cultura de violencia entre “el Tu y él Yo”, se presento vigorosamente en la “Revolución de Independencia” que enfrentó a criollos con peninsulares; siguió con la “Revolución de Ayutla o Guerra de Reforma” que enfrentó los valores de conservadores y liberales o bien, de los resabios de los estamentos criollos y mestizos; la “Revolución de Árido América” de 1910, que dicho de paso, se levantó de una manera convencional, con la advertencia de Francisco I.  Madero González a Porfirio Díaz Mori, comunicándole tanto el día como la hora (6 de la tarde) en que se iniciaría el movimiento contra su gobierno.

Dentro del ciclo de la llamada “Revolución de Árido América”, se encuentra la “decena trágica” de 1913, en la que Victoriano Huerta generó un complot que lleva al asesinato del Presidente Madero y al Vicepresidente José María Pino Suárez,  para usurpar la presidencia; Más tarde Carranza, “tercero en discordia” con Francisco Villa y Pascual Orozco, salió favorecido por los norteamericanos para ocupar la presidencia de México. Por ello, Carranza  logra al inicio de la 1ª guerra mundial, expulsar del país a Huerta, que era pro Alemania y Japón, de manera coincidente con la invasión de los EEUU por Veracruz; más tarde, el grupo de Agua prieta Sonora, actuará en Tlaxcalaltongo contra Carranza, casi simultáneamente que la eliminación de Emiliano Zapata en 1919; Obregón eliminará a Doroteo Arango (a) Pancho Villa en Chihuahua en 1923, para evitar el ascenso de Adolfo De la Huerta, con el que el General Villa había pactado, para así, apoyar la sucesión de Plutarco Elías Calles a la Presidencia de la República.

Calles actuará en Huitzilac contra el General Zedillo, para apoyar la reelección de Obregón; Más tarde, se presentará el  asesinato del General Álvaro Obregón en 1928, como una reacción de fanáticos, cuando pretendía reelegirse  a la presidencia.

Este ciclo concluye en un lapso de gran inestabilidad económica, conocido como “la gran depresión”, con el predominio indiscutible del General Plutarco Elías Calles entre 1929 y 1934, sobre los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, que ocuparon la presidencia sucesivamente, en lo que se dio en llamar “el maximato”.  Casi todos estos personajes desde Madero hasta Rodríguez, fueron de Árido América, excepción hecha de Victoriano Huerta de Nayarit, huichol y fiero de serlo  y Pascual Ortiz Rubio, quien era de Michoacán,   

La “Guerra Cristera” en el período callista de 1926-1929, prologó no solo de la muerte de Álvaro Obregón en el Restaurante La Bombilla, en San Ángel, D.F., a manos de José de León Toral; si no también, mostró el enfrentamiento entre dos visiones económicas y culturales: la visión de los comuneros mesoamericanos con la visión de la propiedad privada árido americana, en un momento en que el soviet está expropiando, colectivizando y asesinando a kulaks o burguesía rural rusa, en el centro del estalinismo soviético.

De ahí, que el enfrentamiento entre Lázaro Cárdenas contra Plutarco Elías Calles, sea al mismo tiempo el enfrentamiento entre la visión de las comunidades indígenas mesoamericanas protocapitalistas, léase ejidos, con  la visión árido americana de los grandes propietarios tipo Junker alemán (haciendas) y los conocidos como pequeños productores, de tipo farmer norteamericano.  Se ha dicho que desde este punto de vista, que la revolución de Cárdenas, se hizo para que la visión indígena, la descrita por el etnólogo Andrés Molina Enríquez, fuera la predominante. Con esta revolución, se cierra el ciclo de revueltas en las que participaron a lo largo de 100 años, todas las “castas” establecidas por los Habsburgo en la sociedad novohispana: peninsulares, criollos, mestizos e indígenas.        

La ruptura de Lázaro Cárdenas del Río con Plutarco Elías Calles en 1936, es la versión mexicana de su homóloga china, la ruptura entre Mao Tse Tung, hombre del sur y Chang kai-Chek, hombre del norte; ello ha provocado en la lectura de más de un historiador, que lo hayan visto como una 2ª revolución, la llamada la “Revolución de Mesoamérica”, encabezada por Lázaro Cardenas Del Río. Posteriormente, se puede prolongar los procesos “revolucionarios” hasta la llamada por algunos “La Revolución del 68”, viéndola como una repercusión de la crisis de la Guerra Fría entre el Este y Oeste, en un enfrentamiento ideológico entre el llamado Estado burgués y el Estado proletario, siguiendo la lectura de Vladimyr Ilich Ulianov (a) Lenin,  en su tesis de “El Estado y la Revolución”.  Las marchas del 2 de octubre que conmemoran desde entonces el  enfrentamiento entre estas dos ideologías, lo recuerdan con modalidades de la misma brutalidad  con la que se presentó en ese año. El 2003, no es la excepción.

Las posiciones del Consejo General de Huelga (CGH) en la UNAM en 1999 o del Ejercito Zapatista, en Chiapas a partir del levantamiento del 31 de diciembre de 1993, son en igual sentido manifestaciones medievales del “Tu o Yo”;  Representan, desde este punto de vista y en esta perspectiva histórica un levantamiento que emula al zapatismo, movimiento protomoderno, que plantea en algún modo, la necesidad de integrarse, sin integrarse, léase: La Nausea, J.P. Sartre. O bien modernizarse, sin modernizarse, ello implica de alguna manera,  recibir los beneficios de la modernidad, pero seguir siendo ¡tradicionales!

Partido Político de Estado, Hegemonía y democracia.

Dio una explicación de ¿por qué? El PRI, desde su antecedente en el Partido Nacional Revolucionario, fundado en 1929, no es un partido de Estado como el Partido Comunista lo fue en la extinta URSS, más bien fue un partido hegemónico, resultado de una confección entre el Gobierno de Calles y el partido.

El término de la 2ª guerra mundial, provocó la llegada a México de los gobiernos civiles, de ahí la tendencia a llamar a este periodo como el inicio de “la  modernidad”, ya que contrasta el gobierno civil de la casta de los “licenciados” con el largo periodo militarista, que se retrotrae desde el México precolombino hasta el General Manuel Ávila Camacho, Presidente de México en el período 1940-1946.

Con Miguel Alemán (1946-1952) se pasó de la cultura política de la “revolución mexicana” del cardenismo-avilacamachismo (1936-1946) a la cultura política de la democracia, que pudo articular valores y objetivos propios del Partido de Calles (Instituciones y Reforma Social) como del de Cárdenas (Reforma Agraria y democracia de los Trabajadores), sintetizándolo con el lema del PRI: “Democracia y Justicia Social”.  Lo anterior, permitió implícitamente sustituir él “Tu o Yo” por él “Tu y Yo”

En la democracia, no se enfrentan el Tu o Yo como paradigma, para ver quien domina o destruye al otro; si no más bien, representa un encuentro entre TÚ y YO, con miras a la convivencia, buscando acuerdos que permitan el encuentro de la sociedad, léase la gobernabilidad destacando coincidencias.

Este nacimiento a la civilidad, correspondió al surgimiento en México del Partido  Revolucionario Institucional (PRI), que sirviera para la campaña del Presidente Miguel Alemán Valdés, partido de organizaciones se dijo, no de ciudadanos (Colosio),  de corte corporativista, (CNC, CTM, CNOP), que sustituyera al de la Revolución Mexicana (CNC, CTM)  el cual, al igual que el Partido Nacional Revolucionario (CROM), fundado en 1929, por Plutarco Elías Calles,  siguieron las líneas más próximas del Partido Fascista de Benito Musolini en 1919; más tarde, particularmente con Cárdenas recibiría las influencias del partido Nazi, como las del soviet.  

La vida del Partido Revolucionario Institucional (PRI), desde entonces fue el “partido de las mayorías”, operó con cooptación forzosa de agrupaciones gremiales y burocráticas para su financiamiento; se consolidó con el establecimiento de caudillos en los sindicatos, con fachada de “líderes”, permitió operar la “organización de la violencia” de manera institucional, con la ley en la mano. Así mismo, apoyó la permanencia y  surgimiento de partidos de oposición como el PPS, PARM, el PT, PC, PSUM, PRD, etc. que ayudaran inicialmente a la legitimización de su predominio hegemónico, que no de Partido de Estado, fue en realidad algo así como el ogro filantrópico de “la democracia más bonita de la América Latina”.

La Democracia.

La transición de esta democracia, se puede ubicar entre los años de 1977 a 1988, entre la administración de José López Portillo, quien resultó el único candidato a la presidencia de la república y Miguel de la Madrid. Ello debido a la participación ideológica en el terreno político de Jesús Reyes Heroles, quien desde diferentes posiciones públicas, tanto dentro de la administración pública, como de la política,  promovió la “transición a la democracia”, lo cual implicaba un proceso en el cual predomina la civilidad y se presentaba diferente a los llamados procesos revolucionarios, en donde la violencia tiene un protagonismo definitivo.

En Estados Unidos, los partidos Demócrata y Republicano, no tiene grandes diferencias, o bien, tienen muchos puntos en común. Bill Clinton, logró el TLC con México y Canadá, con el apoyo de los republicanos, siendo él del partido demócrata. En China, desde Deng Siao Ping, se han realizado reformas estructurales, sin “catastroika”,  que han permitido la llegada de suficiente  inversión extranjera, lo cual esta permitiendo dar un gran salto a más de 1300 millones de chinos. Lamentablemente en México los partidos políticos se encuentran muy polarizados, se ha presentado como un proceso muy tortuoso y difícil que las propuestas para la participación del capital privado en la industria eléctrica y de los energéticos, sean apoyados por los partidos de oposición, o bien, que se apoye una reforma fiscal que permita mejorar la carga fiscal y las finanzas públicas, retomar el crecimiento  y recuperar el empleo. Se teme en ello,  en los partidos de oposición una pérdida de “imagen” frente a los sufragios, la prensa utiliza este tema como centro, no lo que pierde el país.

Lamentablemente es tan fuerte el predominio aún de la “cultura revolucionaria”, que el acuerdo y la negociación civil, frecuentemente es menospreciada, se consideran parte de la corrupción del ejercicio del poder, se dice que  ya tranzó o que ya las dio, que negociaron en lo obscurito, etc., etc. La llamada “suspicacia”, es un factor adicional de la cultura política nacional, ya que son las “hipótesis” de los medios masivos de comunicación, que las hacen correr rápidamente con una segunda intención.

En este orden de ideas, la “cultura revolucionaria” del tu o yo, del autoritarismo, de las consignas, etc, etc, se encuentra presente en los nombres de dos partidos: El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Se antoja, que podrían modernizarse ambos en esta transición a la democracia quitándose la locución que aluda a revolucionario, pudiendo quedar el PRI como Partido de la Democracia Institucional o el PRD como Partido de la Sociedad Democrática; lo mismo el Partido Acción Nacional (PAN), podría quitarse lo Nacional, para ir con los tiempos del tercer tercio del siglo XX a nuestros días y simplemente sustituirlo por Partido Liberal Mexicano*.  

Los cambios legales de 1988-1994 emprendidos bajo la administración de Carlos Salinas de Gortari, dio un paso adelante en la construcción de la democracia con un avance sustancial, de manera particular entre 1991-1994, con la aprobación de leyes que trajeron beneficios para todos los estratos de la sociedad. Desde ejidatarios hasta ordenes confesionales y mendicantes.

En los EEUU en el año 200, se presenta un gobierno dividido, el cual es compartido con México desde 1997 al 2000, habiendo avanzado aún más en el 2003, en el que no hay hegemonía de poder de ningún partido, por lo tanto, la cultura política de las elites se ha convertido en el producto de la cultura política entre las masas, haciendo cada vez más grande la distancia entre los partidos. En la actualidad pareciera que no se trata de legislar sino de “cobrarse cuentas” y el país... bien gracias.     


Epilogo *

La situación descrita,  advierte para el corto plazo que se amplíen los niveles de  incertidumbre y poca predecibilidad;  se prevé unas elecciones en 2006 muy complejas, más si se terminan enfrentando en elecciones dos tabasqueños, que sientan estar por encima de la ley electoral, como si fuera una suerte de casta de legisladores más que de legislados.   


* Plática del Lic. Arturo Núñez Jiménez, invitado como orador al desayuno mensual de la Asociación Civil, Economistas 70, realizado el sábado 1ª de noviembre del 2003, bajo la presidencia de la Lic. Alicia Valdés Corral.
* Nota de la redacción.

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