Jesús Alberto Oliver Rodríguez. [1]
En esta ocasión tocó hacer uso de la palabra al Embajador (1981-2004)
Jesús Puente Leyva, maestro de ésta y otras generaciones (1969-72), en la
Escuela Nacional de Economía de la UNAM, en las materias de Desarrollo
Económico y Sociología del Desarrollo.
Como en otros casos, en este foro, el expositor no requiere mayor
presentación. Sin embargo, se brindan algunos datos biográficos como breve
semblanza: Nació en 1937, en el D.F. –centro del “cardenismo”—, en la calle de
Soledad, Barrio de La Merced, atrás de Palacio Nacional. Licenciado en
Economía, Diplomado en Planificación Económica y con Maestría en Teoría del Desarrollo
Económico. Maestro e Investigador de Carrera en la Universidad de Nuevo León
(Monterrey), y en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM. Premio Nacional de Economía 1968,
y Medalla al Mérito Académico otorgada por el Colegio Nacional de Economistas
en 1969. Director Financiero, y Director
de Programación y Proyectos de Nacional Financiera (1972-76). Asesor del
Presidente de la República (1970-1976), y Secretario Técnico de la Comisión de
Financiamientos del Exterior del Gobierno de México (1972-76). Creador
conceptual y organizador, en la extinta SOP, del Programa Nacional de
Caminos de Mano de Obra. Ha presidido doce consejos de administración de
empresas públicas, y ha sido miembro del Consejo de numerosas entidades del
Gobierno Federal; Diputado Federal por el PRI, 1976-79; Embajador de México en
Venezuela, 1981-86; en Perú, 1986-89; en Argentina, 1989-95; nuevamente en
Venezuela, 1995-2001; y de 2001 a enero de 2004, en Uruguay, país en el cual
–igualmente– se desempeñó como Representante de México ante la ALADI. Él mismo –parafraseando a Octavio Paz- se
identifica como un soldado del sistema, un “hijo del ogro filantrópico”:
estudió –siempre— en escuelas de gobierno y profesionalmente sólo ha trabajado
en el sector público.
El Embajador Puente Leyva participó de manera relevante en el diálogo
petrolero que, desde los años 80, establecieron México y Venezuela.
De fina estampa, ligero y amable, el Campeón Nacional de Oratoria de
los años 60, Jesús Puente Leyva, se apareció con una calvicie emérita, casi
venerable, flanqueada de canas en los costados… que no le va mal, a lo cual se
suma la combinación casual de jeans con saco sport… elegancia adecuada al
servicio diplomático de Latinoamérica, proyectando el carisma que los ahí
reunidos le conocíamos desde las aulas.
Inició su intervención pidiendo tiempo para tomar el desayuno. Después
comentó que apreciaba mucho esta invitación, ya que era su primer encuentro
público, una vez que vuelve a radicar en México, después de más de 20 años en
el exterior. A propósito, recordó que
salió del país en 1981, cuando no se conocía el SIDA, y no existía el Internet;
el socialismo estaba vivo... y la globalidad no era concepto de uso recurrente.
Una breve reflexión para iniciar su charla improvisada: en México,
actualmente, urge que el Gobierno aprenda a gobernar, y que la oposición
aprenda a ser oposición.
Recordó que en alguna ocasión, al comentar sobre la globalización con
el Presidente Salinas -quien por cierto, dijo, tiene una capacidad de síntesis
excepcional-, el mandatario le preguntó: ¿Cómo ves el país desde el exterior? A
lo cual respondió Puente Leyva: En lo sustantivo, a diferencia de otros países
de América Latina –y aunque muchos en la actual “transición” quieran negarlo-,
México es un país que tiene un “proyecto histórico”[2].
De inmediato, Salinas le habría comentado: “La globalización
–inescapable- es como una enorme ola que se nos echa encima… o nos subimos a
ella, con las capacidades y premisas que tengamos, o nos desborda sin pedir
permiso”.
Puente Leyva argumentó que México no estaba en las mejores condiciones
para negociar con Estados Unidos y Canadá un tratado ambicioso de libre
comercio. No teníamos –añadió Puente
Leyva- negociadores ni técnicos preparados para eso, no teníamos adecuada
infraestructura informática, computadoras y demás equipos; tampoco teníamos
–con diseño acabado- sistemas ni programas ad-hoc. Puente Leyva comentó que, en esa misma
ocasión, el entonces Secretario Jaime Serra Puche reclamó porque el Embajador
parecía opinar en contra del proyecto del Presidente, a lo cual respondió
Puente Leyva: “no estoy en contra del proyecto; si se me hubieran aportado las
consideraciones y elementos del caso –y estos me hubieran convencido- los
habría asimilado y apoyado con objetividad y convicción porque, finalmente,
“soy un soldado del sistema”, un militante convencido del Estado Mexicano”.
A hechos consumados y a diez años de distancia –afirmó Puente Leyva-,
la locomotora de las exportaciones ya no tiene suficiente capacidad de arrastre,
que abra caminos de viabilidad económica y generar los empleos que reclama una
población de más de cien millones de habitantes, expuesta a una encarnizada
competencia internacional. En este
entorno se registran serias contradicciones, entre otras –amén del alto costo
de importantes insumos-, el hecho de que la economía exportadora se financia en
el exterior con bajos costos y, en cambio, la economía interna lo hace
onerosamente con tasas activas que son 5, 6 o 10 veces más altas que las que
pagan los bancos a los ahorradores (las más bajas, por cierto, en las últimas
décadas).
“Una gran democracia, debe de progresar;
de no
crecer, puede dejar de ser grande
o puede dejar de ser democracia”.
Teodoro Roosvelt.
El New Deal.
En la actualidad –continuó Puente Leyva- las variables
“macro”, están estabilizadas; eso merece reconocimiento, pero la economía no
crece y aumenta aceleradamente el desempleo. En consecuencia, es urgente
desarrollar el mercado interno impulsando una nueva etapa de crecimiento que no
descanse, exageradamente, en las variables exógenas. Reconoció, sin embargo, que un problema
esencial concierne a la muy elevada propensión a importar de la economía
mexicana, y a las siempre amenazantes presiones inflacionarias.
El expositor hizo un espacio para
comentar iniciativas y proyectos que concibió en otros tiempos: recordó que en
cierta ocasión comentó con el Presidente Luis Echeverría algunas ideas del
Premio Nóbel Arthur Lewis (“Desarrollo
Económico con Oferta Ilimitada de Mano de Obra”), según las cuales un país
–cualquier país- no habría de superar el subdesarrollo si no explotaba, de
manera deliberada e intensiva, los recursos abundantes de que dispusiera… en el
caso de México –dijo Puente Leyva-, como en el de China o la India, el recurso
abundante era –y sigue siendo- la mano de obra.
A manera de comentario, el
Presidente le preguntó que si conocía el “Salón
Turco” (ingenuamente, Puente Leyva pensó en el Restaurante-Bar “Los Turcos”
que existía entonces en la Colonia Narvarte)… un poco confundido, contestó que
no, que no lo conocía. Entonces,
Echeverría se lo señaló: un pequeño salón de descanso, estilo oriental, al
fondo del despacho presidencial –el cual pocos conocen-, que el Gobierno de
Turquía obsequiara al Presidente Porfirio Díaz en 1910 (en ocasión del
Centenario de la Independencia). El
Presidente le dijo a Puente Leyva que esa sería, temporalmente, su oficina y
que, ojalá, en 3 semanas pudiera presentarle un proyecto inteligente y práctico
que incorporara la comentada proposición de Lewis, con un significado práctico
y productivo para el país.
En su momento, Puente Leyva
presentó a Echeverría una propuesta en 3 páginas: proyecto que más tarde se
identificó, y puso en marcha como el “Programa Nacional de Caminos de Mano de
Obra”. El Presidente leyó, y le habló a
Luis Enrique Bracamontes, Titular de la entonces Secretaria de Obras Públicas
(SOP), invitándolo a tomarse un café en Palacio Nacional. Bracamontes leyó el proyecto
y lo elogió ampliamente estimando que, en los caminos de integración
sub-regional, la mitad de la obra se podía hacer a mano y la otra mitad
empleando maquinaria. Bracamontes agregó
que en 6 meses –a más tardar en un año- cientos de miles de trabajadores
podrían estar diseminados a lo largo y ancho del territorio nacional,
capitalizando productivamente al país. A
hechos consumados, la experiencia mereció reconocimiento internacional,
considerándosele como “uno de los más importantes proyectos de empleo masivo de
mano de obra en el mundo occidental”.
Más tarde –recordó Puente Leyva- el proyecto pasó a las manos directoras
de Humberto Roque Villanueva[3]…
finalmente, el multicitado proyecto evolucionaría hasta convertirse -en la
Presidencia de Salinas de Gortari- en el “Programa Nacional de Solidaridad”.
Trajo a colación, también, el tema
petrolero: en alguna ocasión el Presidente Echeverría le preguntó a Puente
Leyva qué tanto sabía de este tema. El
consultado respondió que sabía bien poco… quizás lo que hubiera visto en
algunas películas. El Presidente le dijo
que se documentara, que estudiara, y que de plano se hiciera un experto en el
tema. En ese tiempo se debió decidir si
el futuro económico de México dependería de la importación petrolera –que ya se
había iniciado en el Gobierno de Díaz Ordaz-, o si ocurriría explotando los
grandes recursos que existían en el sureste del país. La decisión fue esta última… histórica y
acertada decisión, porque cuando los precios internacionales del petróleo se
dispararon con la crisis energética internacional, México ya era
autosuficiente.
A propósito de los hidrocarburos,
Puente Leyva recordó que en algún momento, en medio de la llamada “polémica del
gas”, se enfrentó con Heberto Castillo quien, ante la disyuntiva de “consumir o
exportar” el gas, prefería los caminos de la exportación… a cualquier parte,
pero no a Estados Unidos. El problema era que esto habría implicado enormes
inversiones para licuar, transportar, y regasificar el combustible, con muy
elevados costos.
Heberto afirmaba que, de acuerdo
con la teoría del valor, este era el expediente recomendable. Sin embargo,
Puente Leyva respondía que una cosa era la teoría del valor, y otra operar a
costos no competitivos (generando precios de venta que no encontrarían mercado
en el ámbito internacional). Con ese
razonamiento, comentaba Puente Leyva, “también se podía agregar valor a la
cosecha sembrando tomates en maceta”… con costos que ningún precio cubriría en
el mercado. En relación con el gas, en
la práctica, comentó Puente Leyva, el debate era doble: uno frente a la opinión
pública y los medios, y otro al interior del gobierno, enfrentando la decisión
adoptada por el Director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, de construir un enorme
gasoducto para exportar el gas mexicano –2,000 millones de pues cúbicos
diarios-, exclusivamente, a Estados Unidos.
El punto seguía siendo: el gas se
consume o se exporta. Puente Leyva y un
grupo de académicos –entre otros Miguel Wionczek y Olga Pellicer- plantearon
personalmente, al Presidente López Portillo, que el gas se podía consumir en
México para producir energía eléctrica con bajos costos y que, de inmediato, el
trazo previsto –del gasoducto- debería desviarse a Monterrey, sin llegar a la
frontera con Texas. Esto –por
instrucciones del propio Presidente- lo discutió Puente Leyva con José Andrés
Oteiza, titular de Energía en ese tiempo, y lo debatió acremente con Jorge Díaz
Serrano. Finalmente, convencido del planteamiento, López Portillo preguntó:
“políticamente, ¿Qué hacemos, como respondemos al Presidente Carter, a quien le
hemos ofrecido gas?. La respuesta se
encontró en un viejo gasoducto que corre de Monterrey a Reynosa, el cual se
utilizo durante algún tiempo para importar gas de Estados Unidos, y que ahora
se podría usar para exportar desde México a la frontera de Texas… pero no los
2,000 millones de pies cúbicos diarios con que se había comprometido Pemex,
sino un volumen –casi simbólico- de 350 millones.
Aquí abrió un paréntesis el
expositor, volviendo al escenario y a los problemas actuales del país. Comentó que en México, en horas críticas, se
han tomado decisiones y medidas dolorosas, “pero no arbitrarias…” esa es
una buena parte de la memoria histórica del país.
En la actual coyuntura, cuando
urge fortalecer el crecimiento hacia adentro, Puente Leyva recomendó escuchar
los planteamientos que ha venido desarrollando René Villarreal… los cuales
-desde el ámbito técnico- permiten parafrasear a Carlos Fuentes: “No hay
globalidad que valga, sin parroquias que se afirmen”.
En un primer resumen, comentó
Puente Leyva: Es necesario retomar el proyecto histórico de México, el cual se
substancia en “la búsqueda de la equidad social y en la igualdad de
oportunidades”.
Sobre su experiencia diplomática,
Puente Leyva afirmó que las embajadas de México en América Latina son muy
importantes… a veces exageradamente importantes, porque las iniciativas de
alcance internacional del país requieren del consenso y del voto
latinoamericano para proyectarse exitosamente en el más amplio entorno
hemisférico y mundial.
Al respecto recordó que, en alguna
ocasión, el Presidente De la Madrid le ofreció una embajada en Europa. Puente Leyva contestó que prefería permanecer
en América Latina. Así, dejó Venezuela y
se fue a Perú, donde gobernaba Alan García, estaba activo Sendero Luminoso y se
vivía con toque de queda.
“Ahí –recuerda el economista y
diplomático- tuvo oportunidad de participar en las negociaciones del Grupo
Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, proceso en el cual
tuvieron papel destacado y meritorio Bernardo Sepúlveda y Ricardo Valero”.
Con Carlos Salinas, fue embajador
de México en Argentina. De donde recordó la instauración del régimen de
conversión cambiaria: la paridad inconmovible del Austral con el Dólar que
instutituyó Carlos Menem... con el resultado desastroso de la crisis económica,
social y política con que inauguró Argentina el siglo XXI[4].
El expositor trajo a colación una
desafortunada, pero célebre declaración de Guido di Tela, Canciller de Menem,
quien llegó a declarar que Argentina mantenía óptimas relaciones con Estados
Unidos, pero lo deseable era que éstas fuesen “relaciones carnales”...(sic). En
esa coyuntura, en el curso de una entrevista, el Presidente Menem le preguntó a
Puente Leyva cuál era en esencia, en qué consistía, la política exterior de
México con Estados Unidos. El Embajador
le respondió que no existe, como tal, una política exterior de México con
su vecino del norte. Le comentó que en primer lugar, a ultranza, México
defendía la vigencia del derecho internacional –destacadamente los principios
de soberanía, de autodeterminación, y de no intervención-, porque este es el
mejor escudo con que defienden sus intereses los países que no son
potencia. En segundo lugar, explicó que
México no concibe ni pone en práctica una, sino tantas políticas como sea
hace necesario en la agenda bilateral (comercio, migración, medio ambiente,
narcotráfico, etc.); y, por último, expresó que –con abundante experiencia
histórica- México sabía que bajo ninguna circunstancia debía ofrecer
incondicionalidad a Estados Unidos porque Washington no respeta a los
incondicionales...
Puente Leyva retornó a Venezuela
en 1995 para ser testigo del arribo de Hugo Chávez al poder, quien cambió el
nombre del país, proclamó una nueva Constitución, transformó la organización
política y social de Venezuela, llevando a cabo una revolución cuyo precedente
de legitimidad fueron las urnas… experiencia crítica y contradictoria en
nuestros días, colmada de interrogantes, sobre la cual no se pronunció Puente
Leyva.
En otro ámbito de consideraciones,
el expositor hizo referencia a los desafíos del comercio mundial. Recordó la reciente reunión de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), en Cancún, afirmando que ésta no fue un
“fracaso” -según afirmó Salinas en el último número de Foreign
Affaires en
español. Lo que en realidad ocurrió
–dijo Puente Leyva- es que, simplemente, los países no desarrollados decidieron
resistir y no negociar a cambio de nada.
Recordó la Cumbre Iberoamericana
de Isla Margarita, en Venezuela. Según esto, Puente Leyva recomendaba que –en
ese escenario- el Canciller Gurría y el Presidente Zedillo moderaran las
expresiones que, en contra de los “globalifóbicos”, había esgrimido en Davos el
propio Presidente… pero Zedillo –comentó Gurría a Puente Leyva- estaba
convencido de que “si teníamos la casa en orden”, México ni ningún país tendría
problemas. Puente Leyva le respondió a
Gurría que, convencionalmente, uno puede tener todo en orden, pero que –en la
globalidad- las ratas bajan de los barcos y se meten a tu casa... sin pedir
permiso.
Puente Leyva cerró esta parte con
un poema de José Emilio Pacheco, y otro poema que dedicara a su hijo cuando se
tituló de economista.
A partir de diciembre de 2001, ya
en Uruguay y como representante de México ante ALADI, enfrentó –en vivo- el
propósito de Brasil que, desde hace décadas, pretende confinar a México en el
Norte del hemisferio… sin que le haga sombra ni competencia en América del Sur.
En este contexto, comentó que el TLC con Uruguay –firmando hace unos meses- se
pactó en un brevísimo lapso de año y medio y que, de esta manera, México
–definitivamente- ya no está tan al “norte” y, al mismo tiempo, se instala
estratégicamente en el “sur” del continente.
El expositor respondió algunos
cuestionamientos que le hizo Luis Octavio Martínez, relativos a que en México
–en medio de las crisis- no se han
tomado decisiones arbitrarias… se le preguntó si esto era cierto en cuanto a la
administración de la riqueza, y si no se previó la caída de los precios
del petróleo y la profunda crisis económica de los ochenta.
Puente Leyva afirmó que, en esos
años, apenas estábamos aprendiendo lo que era participar en el mercado
petrolero mundial… y que tampoco los demás países productores previeron la
debacle de los precios. Añadió que Luis
Echeverría dejó produciendo los más importantes campos petroleros del
Sureste. El precedente de este
desarrollo –históricamente importante- se remite a una reunión de gobierno
sobre el tema petrolero, a la cual Puente Leyva fue invitado. Ahí se informó al Presidente que el costo
marginal de producir petróleo en México (entre 3.00 y 3.50 dlls/barril) era
bastante más alto que el precio internacional del combustible… sin embargo, se
reconoció que “el petróleo más caro sería aquél que México no pudiera importar
por no contar con divisas suficientes para ello”. Echeverría concluyó la reunión diciendo:
Señor Ingeniero Dovalí –entonces Director de Pemex-, vaya a producir el
petróleo que México necesita”.[5] Años después, las reservas –como evaluación
técnica- crecieron espectacularmente; de esta manera, y con tal argumento, en
el régimen de José López Portillo se sobredimensionó la inversión petrolera.
Años después, siendo Adrián Lajous
Director de PEMEX, y Luis Téllez Secretario de Energía, Puente Leyva los convenció de que viajaran a
Venezuela a hablar con Hugo Chávez, Presidente electo a la sazón. Para entonces el precio internacional del
crudo estaba en el suelo: menos de 10 dólares el barril. En la entrevista que
se sostuvo, Chávez confesó que en la OPEP nadie le creía a nadie sobre el
cumplimiento de las cuotas de producción de los países miembros. Del lado
mexicano, la apreciación era comprometida y elemental: el precio del petróleo
había descendido tanto que ponía en juego la estabilidad financiera del
país. En un arranque de audacia política
–que sorprendió al propio Puente Leyva-, Téllez propuso un encuentro en Madrid
: México sería el anfitrión, en su propia sede diplomática. El encuentro se llevó a cabo con la participación
de México, Venezuela y Arabia Saudita… hubo acuerdo, y este tuvo eco en el seno
de la OPEP. Semanas después el precio
internacional del crudo inició un ascenso sostenido, hasta recuperarse
superando los 25 dólares el barril.
Al hacérsele preguntas sobre la
corrupción, Puente Leyva respondió que no le agradaba el tema… que se resistía
a hacerse eco de escándalos y a identificar vigas y pajas en ojos ajenos. Para
José López Portillo tuvo palabras elogiosas y expresiones de agradecimiento. Recordó que cuando llego a la Ciudad de
México, en 1969 (procedente de Monterrey), se presentó a trabajar en Palacio
Nacional. López Portillo lo recibió en
su calidad de Subsecretario de la Presidencia; le dio la bienvenida a Puente
Leyva, y al mismo tiempo –el mismo día en que se iniciaría en su nuevo trabajo-
lo despidió (en Presidencia se habían enterado de aseveraciones públicas que
había hecho en Monterrey el recién llegado, críticas y poco comedidas respecto
del Presidente Díaz Ordaz). Sin embargo, considerando los méritos académicos de
Puente Leyva, López Portillo –personalmente- hizo gestiones para que se pudiera
colocar como maestro e investigador en la UNAM… lo cual agradeció el recién
llegado, y marcó el inicio de una relación afectuosa a lo largo de su vida.
Años después (en 1980) López
Portillo se enteró de que Puente Leyva se iba, contratado cono investigador y
conferencista a una universidad en Estados Unidos (estancia previsible de tres
o cuatro años). “Vea usted al país desde
fuera, pero sírvale a México”… con estas palabras, López Portillo lo disuadió
de emigrar al Norte y lo hizo Embajador en Venezuela. Así empezó una experiencia de 23 años fuera
del país, que cumplió Puente Leyva en enero de este año –nombrado por los
últimos cinco Presidentes de México-, después de servir como Embajador en
Venezuela (dos veces), en Perú, en Argentina y en Uruguay. Expresión sumaria de dicha experiencia:
“entusiastamente he servido a México, por más de dos décadas, en algo de lo que
nunca sería vergonzante: la política exterior”, dijo Puente Leyva.
La participación del Embajador y
antiguo maestro universitario resultó coloquial, íntima y afectuosa; fue
aplaudida y celebrada con entusiasmo por los ahí reunidos.
[1] Plática del sábado 28 de febrero del 2004, con
la Generación 1967-1971, bajo la
presidencia del Lic. Salvador Martínez Córdova.
[2] Suponemos, se refería al “Proyecto de la Revolución
Mexicana”… El expositor no precisó si hablaba de la Revolución de Áridoamérica
1910-1928 o la que se impulsa en Mesoamérica 1933-1946, lo hará más tarde como
aquel que se substancia en “la búsqueda de la equidad social y en la igualdad de
oportunidades”.. (De la redacción).
[3] Un circunspecto alumno de la generación 1966-1970.
(de la redacción)
[4] Argentina, en la práctica, sobrevaluó
significativamente su moneda al igualar el Austral al Dólar entre 1991 y 2002,
año en que sobrevino la gran crisis. En cualquier país, una sobre valuación estimula las importaciones y
desestímula las exportaciones, con ello disminuye la producción nacional y el
empleo. El freno al crecimiento, se vio acompañado del “equilibrio
presupuestal que conlleva a cero déficit fiscal” (FMI). Esto, finalmente,
semiparalizó al país, se desbordó la crisis económica y cundió el desempleo;
devino la crisis social, se profundizó la crisis monetaria, y se desembocó en
la crisis política (De la redacción).
En el caso de México –como caso de referente comparación- cabe recordar
que, en el curso de 4 años (1991-1994), la sobrevaluación y el acumulado desequilibrio
de balanza de pagos provocó una severa crisis financiera, que requirió
sustancial apoyo de 50,000 millones de dólares convenido entre los presidentes
Clinton y Zedillo en 1995. La historia de México entre el Tratado de Bucareli
con Obregón, la condonación del 80% de a la deuda en 1942, con Ávila
Camacho, la reprogramación de la deuda
con Salinas y este último programa de ayuda por 50 MMD, se puede decir que es
la historia de la dependencia financiera de México con los EUA. No es posible
hacer una historia de México sin incluir estas operaciones. (De la
redacción)
[5] Seguramente esa es una frase que representa un hito
en la génesis de la crisis de endeudamiento que para el país representó buscar
este financiamiento que terminó sobredimensionando la plataforma petrolera para
finales de los años 70 y principios de los 80. De la redacción.
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