Jesús
Alberto Oliver Rodríguez
En esta
ocasión tocó hacer uso de la palabra en el ciclo Lecturas de la Realidad
Contemporánea a nuestro compañero generacional y distinguido
amigo el Lic. Arturo Núñez Jiménez, quien entre otras posiciones ha operado
como Director de Capacitación Política del PRI,
Subsecretario de Gobierno, Titular del Infonavit, 1er Presidente del
Instituto Federal Electoral, Diputado Federal y Coordinador Parlamentario por
el PRI en la Mesa de Concertación política del Congreso de la Unión en la LVI
legislatura.
Inicio su
exposición, retomando al italiano Giovanni Sartori, Ingeniería de las Sistemas
Comparados, y al alemán Diters Nodi, quien trabajó sobre “Presidencialismo y
Federalismo” señalando que el
federalismo de los Estados Unidos de Norteamérica y el de los Estados Unidos
Mexicanos, no se parecen en lo absoluto, a pesar de haber tomado muestra del de
ellos. Lo anterior, comenta, es debido, entre otros aspectos, a que la
diversidad es parte de la democracia, no de la homogeneidad, lo cual también
podemos hacerlo extensivo a todos los aspectos de la humanidad, ejemplificando
lo anterior, con el caso típico de la familia, con igual patrimonio cultural y
material que sin embargo, tiene hijos muy diferentes.
La
democracia implica “luz a los problemas” no al revez; En México hay puntos
obscuros, los cuales parecen que nada los puede aclarar. Hans Kelsen señala que
“la mayor proximidad al acuerdo (hoy consenso) es resultado de sumar partes”
En la
diversidad existen diferentes tendencias dentro de la cultura política, la cual
se origina en el caso de México desde la conquista, dentro de los cuales están
los “principistas o pragmáticos”, derivados del trauma de la conquista que se
traduce en “chingar o ser chingado”.
México es
un país con una tradición cultural que deriva de dilatados y continuados
procesos de carácter “revolucionario”. Deseamos referirnos a “la
violencia” como una de los ingredientes fundamentales que constituye ese
carácter; diríamos de manera resumida, que se presenta este elemento como un
paradigma que implica el enfrentamiento entre
“Tú o Yo”; ello se puede apreciar en los diferentes pasajes
históricos que constituyen la cultura política nacional, que históricamente
puede arrancar desde la Conquista de México-Tenochtitlán, el 13 de
agosto de 1521, por Hernán Cortés en
una suerte de hazaña medieval.
A lo
largo de la Nueva España, los virreyes eran personajes que venían a
gobernar una tierra y una sociedad que no conocían, de ahí, que la personalidad
del Virrey fuera tan paternalista, representaba prácticamente no-solo, una
colonia, sino también, daba la figura de un protectorado. La cultura política
del proceso de gestación de la sociedad novo hispana, fue caracterizada por el
Varón Alexander Von Humbolt principios del siglo XIX, como “de grandes
contrastes sociales”, ha generado fenómenos como el paternalismo, el
caudillismo y el presidencialismo.
El
caudillo surge entre sociedades polarizadas, no es de
izquierda ni de derecha, es el caudillo y no tiene sino incondicionales. En
cambio la figura del líder, surge entre sociedades más parejas, más
igualitarias; por lo que se presenta como más accesible al diálogo como a los
cuestionamientos ciudadanos. México ha pasado recientemente de la figura de un
“hiper presidente”, propia del presidencialismo mexicano, a la de un “hipo
presidente”, propia de los cambios sufridos en los años 70-80, como: cambios en
precios de energéticos, sistemas monetarios, crisis fiscales como de
endeudamiento y sobre valuación monetaria, cambios propios de la llamada
“modernidad”, por la llegada del neoliberalismo y globalización, como formula
de relevo del nacionalismo de la primera mitad del siglo XX; en resumen, de las
recurrentes crisis económicas y políticas del Estado Mexicano.
La
cultura de violencia entre “el Tu y él Yo”, se presento vigorosamente en la “Revolución
de Independencia” que enfrentó a criollos con peninsulares; siguió con la “Revolución
de Ayutla o Guerra de Reforma” que enfrentó los valores de conservadores y
liberales o bien, de los resabios de los estamentos criollos y mestizos; la “Revolución
de Árido América” de 1910, que dicho de paso, se levantó de una manera
convencional, con la advertencia de Francisco I. Madero González a Porfirio Díaz Mori,
comunicándole tanto el día como la hora (6 de la tarde) en que se iniciaría el
movimiento contra su gobierno.
Dentro
del ciclo de la llamada “Revolución de Árido América”, se encuentra la
“decena trágica” de 1913, en la que Victoriano Huerta generó un complot que
lleva al asesinato del Presidente Madero y al Vicepresidente José María Pino
Suárez, para usurpar la presidencia; Más
tarde Carranza, “tercero en discordia” con Francisco Villa y Pascual Orozco,
salió favorecido por los norteamericanos para ocupar la presidencia de México.
Por ello, Carranza logra al inicio de la
1ª guerra mundial, expulsar del país a Huerta, que era pro Alemania y Japón, de
manera coincidente con la invasión de los EEUU por Veracruz; más tarde, el
grupo de Agua prieta Sonora, actuará en Tlaxcalaltongo contra Carranza, casi
simultáneamente que la eliminación de Emiliano Zapata en 1919; Obregón
eliminará a Doroteo Arango (a) Pancho Villa en Chihuahua en 1923, para evitar el
ascenso de Adolfo De la Huerta, con el que el General Villa había pactado, para
así, apoyar la sucesión de Plutarco Elías Calles a la Presidencia de la
República.
Calles
actuará en Huitzilac contra el General Zedillo, para apoyar la reelección de
Obregón; Más tarde, se presentará el
asesinato del General Álvaro Obregón en 1928, como una reacción de
fanáticos, cuando pretendía reelegirse a
la presidencia.
Este
ciclo concluye en un lapso de gran inestabilidad económica, conocido como “la
gran depresión”, con el predominio indiscutible del General Plutarco Elías
Calles entre 1929 y 1934, sobre los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual
Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, que ocuparon la presidencia sucesivamente, en
lo que se dio en llamar “el maximato”. Casi todos estos personajes desde Madero hasta
Rodríguez, fueron de Árido América, excepción hecha de Victoriano Huerta de
Nayarit, huichol y fiero de serlo y
Pascual Ortiz Rubio, quien era de Michoacán,
La “Guerra
Cristera” en el período callista de 1926-1929, prologó no solo de la muerte
de Álvaro Obregón en el Restaurante La Bombilla, en San Ángel, D.F., a manos de
José de León Toral; si no también, mostró el enfrentamiento entre dos visiones
económicas y culturales: la visión de los comuneros mesoamericanos con la
visión de la propiedad privada árido americana, en un momento en que el soviet
está expropiando, colectivizando y asesinando a kulaks o burguesía rural rusa,
en el centro del estalinismo soviético.
De ahí,
que el enfrentamiento entre Lázaro Cárdenas contra Plutarco Elías Calles, sea
al mismo tiempo el enfrentamiento entre la visión de las comunidades indígenas
mesoamericanas protocapitalistas, léase ejidos, con la visión árido americana de los grandes
propietarios tipo Junker alemán (haciendas) y los conocidos como pequeños
productores, de tipo farmer norteamericano.
Se ha dicho que desde este punto de vista, que la revolución de
Cárdenas, se hizo para que la visión indígena, la descrita por el etnólogo
Andrés Molina Enríquez, fuera la predominante. Con esta revolución, se cierra
el ciclo de revueltas en las que participaron a lo largo de 100 años, todas las
“castas” establecidas por los Habsburgo en la sociedad novohispana:
peninsulares, criollos, mestizos e indígenas.
La ruptura
de Lázaro Cárdenas del Río con Plutarco Elías Calles en 1936, es la versión
mexicana de su homóloga china, la ruptura entre Mao Tse Tung, hombre del sur y
Chang kai-Chek, hombre del norte; ello ha provocado en la lectura de más de un
historiador, que lo hayan visto como una 2ª revolución, la llamada la “Revolución
de Mesoamérica”, encabezada por Lázaro Cardenas Del Río. Posteriormente, se
puede prolongar los procesos “revolucionarios” hasta la llamada por algunos “La
Revolución del 68”, viéndola como una repercusión de la crisis de la Guerra
Fría entre el Este y Oeste, en un enfrentamiento ideológico entre el llamado
Estado burgués y el Estado proletario, siguiendo la lectura de Vladimyr Ilich
Ulianov (a) Lenin, en su tesis de “El
Estado y la Revolución”. Las marchas del
2 de octubre que conmemoran desde entonces el
enfrentamiento entre estas dos ideologías, lo recuerdan con modalidades
de la misma brutalidad con la que se
presentó en ese año. El 2003, no es la excepción.
Las
posiciones del Consejo General de Huelga (CGH) en la UNAM en 1999 o del
Ejercito Zapatista, en Chiapas a partir del levantamiento del 31 de diciembre
de 1993, son en igual sentido manifestaciones medievales del “Tu o Yo”; Representan, desde este punto de vista y en
esta perspectiva histórica un levantamiento que emula al zapatismo, movimiento
protomoderno, que plantea en algún modo, la necesidad de integrarse, sin
integrarse, léase: La Nausea, J.P. Sartre. O bien modernizarse, sin
modernizarse, ello implica de alguna manera,
recibir los beneficios de la modernidad, pero seguir siendo
¡tradicionales!
Partido Político de Estado,
Hegemonía y democracia.
Dio una
explicación de ¿por qué? El PRI, desde su antecedente en el Partido Nacional
Revolucionario, fundado en 1929, no es un partido de Estado como el Partido
Comunista lo fue en la extinta URSS, más bien fue un partido hegemónico,
resultado de una confección entre el Gobierno de Calles y el partido.
El
término de la 2ª guerra mundial, provocó la llegada a México de los gobiernos
civiles, de ahí la tendencia a llamar a este periodo como el inicio de “la modernidad”, ya que contrasta el gobierno
civil de la casta de los “licenciados” con el largo periodo militarista, que se
retrotrae desde el México precolombino hasta el General Manuel Ávila Camacho,
Presidente de México en el período 1940-1946.
Con
Miguel Alemán (1946-1952) se pasó de la cultura política de la “revolución
mexicana” del cardenismo-avilacamachismo (1936-1946) a la cultura política de
la democracia, que pudo articular valores y objetivos propios del Partido de
Calles (Instituciones y Reforma Social) como del de Cárdenas (Reforma Agraria y
democracia de los Trabajadores), sintetizándolo con el lema del PRI: “Democracia
y Justicia Social”. Lo anterior,
permitió implícitamente sustituir él “Tu o Yo” por él “Tu y Yo”
En la
democracia, no se enfrentan el Tu o Yo como paradigma, para ver quien domina o
destruye al otro; si no más bien, representa un encuentro entre TÚ y YO, con
miras a la convivencia, buscando acuerdos que permitan el encuentro de la
sociedad, léase la gobernabilidad destacando coincidencias.
Este
nacimiento a la civilidad, correspondió al surgimiento en México del
Partido Revolucionario Institucional
(PRI), que sirviera para la campaña del Presidente Miguel Alemán Valdés,
partido de organizaciones se dijo, no de ciudadanos (Colosio), de corte corporativista, (CNC, CTM, CNOP),
que sustituyera al de la Revolución Mexicana (CNC, CTM) el cual, al igual que el Partido Nacional
Revolucionario (CROM), fundado en 1929, por Plutarco Elías Calles, siguieron las líneas más próximas del Partido
Fascista de Benito Musolini en 1919; más tarde, particularmente con Cárdenas
recibiría las influencias del partido Nazi, como las del soviet.
La vida
del Partido Revolucionario Institucional (PRI), desde entonces fue el “partido
de las mayorías”, operó con cooptación forzosa de agrupaciones gremiales y
burocráticas para su financiamiento; se consolidó con el establecimiento de
caudillos en los sindicatos, con fachada de “líderes”, permitió operar la
“organización de la violencia” de manera institucional, con la ley en la mano.
Así mismo, apoyó la permanencia y
surgimiento de partidos de oposición como el PPS, PARM, el PT, PC, PSUM,
PRD, etc. que ayudaran inicialmente a la legitimización de su predominio
hegemónico, que no de Partido de Estado, fue en realidad algo así como el ogro
filantrópico de “la democracia más bonita de la América Latina”.
La Democracia.
La
transición de esta democracia, se puede ubicar entre los años de 1977 a 1988,
entre la administración de José López Portillo, quien resultó el único
candidato a la presidencia de la república y Miguel de la Madrid. Ello debido a
la participación ideológica en el terreno político de Jesús Reyes Heroles, quien
desde diferentes posiciones públicas, tanto dentro de la administración
pública, como de la política, promovió
la “transición a la democracia”, lo cual implicaba un proceso en el cual
predomina la civilidad y se presentaba diferente a los llamados procesos
revolucionarios, en donde la violencia tiene un protagonismo definitivo.
En
Estados Unidos, los partidos Demócrata y Republicano, no tiene grandes
diferencias, o bien, tienen muchos puntos en común. Bill Clinton, logró el TLC
con México y Canadá, con el apoyo de los republicanos, siendo él del partido
demócrata. En China, desde Deng Siao Ping, se han realizado reformas
estructurales, sin “catastroika”, que
han permitido la llegada de suficiente
inversión extranjera, lo cual esta permitiendo dar un gran salto a más
de 1300 millones de chinos. Lamentablemente en México los partidos políticos se
encuentran muy polarizados, se ha presentado como un proceso muy tortuoso y
difícil que las propuestas para la participación del capital privado en la
industria eléctrica y de los energéticos, sean apoyados por los partidos de
oposición, o bien, que se apoye una reforma fiscal que permita mejorar la carga
fiscal y las finanzas públicas, retomar el crecimiento y recuperar el empleo. Se teme en ello, en los partidos de oposición una pérdida de
“imagen” frente a los sufragios, la prensa utiliza este tema como centro, no lo
que pierde el país.
Lamentablemente
es tan fuerte el predominio aún de la “cultura revolucionaria”, que el
acuerdo y la negociación civil, frecuentemente es menospreciada, se consideran
parte de la corrupción del ejercicio del poder, se dice que ya tranzó o que ya las dio, que negociaron en
lo obscurito, etc., etc. La llamada “suspicacia”, es un factor adicional de la
cultura política nacional, ya que son las “hipótesis” de los medios masivos de
comunicación, que las hacen correr rápidamente con una segunda intención.
En este
orden de ideas, la “cultura revolucionaria” del tu o yo, del
autoritarismo, de las consignas, etc, etc, se encuentra presente en los nombres
de dos partidos: El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el
Partido de la Revolución Democrática (PRD). Se antoja, que podrían
modernizarse ambos en esta transición a la democracia quitándose la locución
que aluda a revolucionario, pudiendo quedar el PRI como Partido de la
Democracia Institucional o el PRD como Partido de la Sociedad
Democrática; lo mismo el Partido Acción Nacional (PAN), podría quitarse lo
Nacional, para ir con los tiempos del tercer tercio del siglo XX a nuestros
días y simplemente sustituirlo por Partido Liberal Mexicano*.
Los
cambios legales de 1988-1994 emprendidos bajo la administración de Carlos
Salinas de Gortari, dio un paso adelante en la construcción de la democracia
con un avance sustancial, de manera particular entre 1991-1994, con la
aprobación de leyes que trajeron beneficios para todos los estratos de la
sociedad. Desde ejidatarios hasta ordenes confesionales y mendicantes.
En los
EEUU en el año 200, se presenta un gobierno dividido, el cual es compartido con
México desde 1997 al 2000, habiendo avanzado aún más en el 2003, en el que no
hay hegemonía de poder de ningún partido, por lo tanto, la cultura política de
las elites se ha convertido en el producto de la cultura política entre las
masas, haciendo cada vez más grande la distancia entre los partidos. En la
actualidad pareciera que no se trata de legislar sino de “cobrarse cuentas” y
el país... bien gracias.
Epilogo *
La
situación descrita, advierte para el
corto plazo que se amplíen los niveles de
incertidumbre y poca predecibilidad;
se prevé unas elecciones en 2006 muy complejas, más si se terminan
enfrentando en elecciones dos tabasqueños, que sientan estar por encima de la
ley electoral, como si fuera una suerte de casta de legisladores más que de
legislados.
* Plática del Lic. Arturo Núñez Jiménez, invitado como
orador al desayuno mensual de la Asociación Civil, Economistas 70, realizado el
sábado 1ª de noviembre del 2003, bajo la presidencia de la Lic. Alicia
Valdés Corral.
* Nota de la redacción.
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