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lunes, 10 de enero de 2011

EN BUSCA DEL NACIONALISMO PERDIDO


Excélsior, Financiera, 12 de junio de 1995

A Edith Polanco.

Hace un par de días desayuné con una colega, y muy al inicio de la conversación apareció el tema sobre el nacionalismo mexicano, ella me comentaba que a su modo de ver México no era un país nacionalista, que nuestro nacionalismo era más bien folklore chovinista del tipo estudios Churubusco, del estilo “meso-aridoamerican way of life", pero que de ninguna manera, un país con el déficit comercial y el abultado volumen de deuda como el acumulado por México de 1962 a la fecha, puede reclamarse el derecho a autodenominarse como nacionalista.

Y continuaba diciéndome: mira, nacionalistas los chinos, los alemanes, los japoneses, los green-go´s, los españoles, los franceses, los canadienses, etcétera, pero los mexicanos no hemos sabido ser buenos nacionalistas, hemos sido más bien amantes de lo extranjero desde Acamapichtli, primer Tlatoani Mexica, quien fue “educado en el exterior” en el reino de los acolhuas y se decía descendiente de Quetzalcoatl a la conquista de Mesoamérica, o bien, de un país en el que los valores prospectivos o ideales, para nada nos vienen del “México profundo” y tradicional de subsistencia, civilización protocomunista, cultura precapitalista que ama Daniele Miterrand y que tenemos enterrada viva, siguiendo la notación de Guillermo Bonfil Batalla, en los diferentes museos que nos hablan de ella, como si fueran su tumba, cuyas expresiones actuales se presentan generalmente como contestatarias y marginales, como puede ser el EZLN en Chiapas, pero que no dominan la imagen presente y futura posible de concebir del país semimoderno y mestizo que predominantemente es o los mexicanos anhelan que sea, o bien el país moderno que se pretendió ser desde bien entrado la segunda mitad del siglo pasado hasta nuestros días.

Le comenté, entonces a mi acompañante la anécdota de una mujer alemana a finales de los años cuarenta, que elogió en Berlín, las medias de seda de una turista mexicana del estilo de Dolores del Río, que andaba por Europa, quien correspondiendo al elogio respondió, “las compré a muy buen precio en una tienda de París”. La alemana, respondió al comentario diciéndole, ”yo, las usaré el día que las produzca la industria alemana”. Expresión típica de una mujer nacionalista de cualquier parte del mundo

México, sigue siendo un “país de tres pisos”, bien por sus visiones indígenas, mestizas y criollas, o bien por la convivencia desigual y combinada entre sus economías tradicionales de subsistencia, las semimodernas u orientadas al mercado doméstico, o bien las modernas caracterizadas por su calidad o condición de exportadoras; tres pisos también por los diferentes niveles de productividad de bienes y servicios, tres pisos en los niveles de marginación, desarrollo y tipo de vida entre: a) la parte baja de Mesoamérica, b) la parte alta de Mesoamérica o meseta “templada”, lugar donde viven los huaches, y c) la visión occidental de Aridoamérica, tres pisos que también a partir de 1988, son reflejados por los discursos de los tres principales partidos políticos como pueden ser el Partido Acción Nacional, el Partido Revolucionario Institucional y el Partido de la Revolución Democrática.

Pese a estos grandes contrastes geográfico-culturales, tenemos una sola unidad monetaria desde hace mucho tiempo, si bien con muchas dificultades, mucho más de las que puede presentar la Comunidad Económica Europea CEE, para llevar adelante el proyecto de “unidad Monetaria ECU o EURO, hemos tenido un tipo de cambio que no ha sido definido considerando estos “tres pisos”, el tipo de cambio ha sido definido generalmente por los grupos de presión de ciertos consumidores o ciertos exportadores como la industria automotriz, que por su particular dinamismo generan grandes desequilibrios y para nada reflejan la economía promedio del país, ello se agrava en nuestros días, desde el fin del patrón oro de paridades fijas, con la globalización y las paridades flotantes. De ahí que el BANXICO tenga como propósito fundamental el control de la inflación y esa política monetaria ha condicionado al resto de la política económica, sin importar la productividad de nuestras industrias, sino únicamente “el nivel del volumen de las reservas de divisas internacionales”.

México, ha tenido sobrevaluada su moneda desde 1946, año en que terminó la segunda guerra mundial, ello fue más significativo, por el nivel de endeudamiento y de déficits acumulados en su balanza comercial entre 1962 y 1981 (de la ALPRO al “boom petrolero, o bien los 20 años entre López Mateos y López Portillo) y de manera alarmante y desnacionalizadora en los 6 años de 1988 a 1994, con Salinas de Gortari, pues la sobrevaluación en la globalización y el TLC le dejaron un déficit acumulado en cuenta corriente entre 1989-1994, de la nada despreciable cifra de 105 mil millones de dólares, que hace que palidezca cualquier otro intento desnacionalizador de los López (de Santa Ana) de que se tenga memoria. Es entonces, en esos 26 años, donde se encuentra la exégesis y explicación de la crisis que está sorteando en la actualidad el país. No compartimos por su puesto (y por el mío), las ideas del señor M (ancera) del Banco de México, expresadas al respecto en el informe anual de 1994 y repetidas a lo largo de 1995, ni tampoco puedo atribuírselo a los “errores de diciembre” señalados por los señores A(spe) y (S)alinas.

Únicamente, el período de 1982-1988, de Miguel de la Madrid, pudo sortear la política monetaria sin afectar a la economía real, ergo, obtener superávit en cuenta comercial, acumulado de 52 mil millones de dólares, y en cuenta corriente, por 9,189 millones de dólares. La economía decreció en 1983 y 1986, pero ello fué fundamentalmente por la caída de los precios de nuestras exportaciones. El deslizamiento del tipo de cambio observado, pudo contrarrestar las diferencias en la productividad promedio del país, versus los EUA, así como las diferentes tasas de inflación y las tasas de interés de los países con los que mantiene estrechas relaciones comerciales, como pueden ser entre otros los del grupo de “los 7”. Esa solución representó, sin embargo, distintos ajustes a partir de 1988, con Carlos Salinas y las redocumentaciones a la deuda de Pedro Aspe, que virtualmente anclaba el tipo de cambio en un mundo que había cambiado y que ya no reconocía las paridades fijas o semifijas.

En realidad, los mexicanos todavía no hemos digerido el haber abandonado desde hace ya muchos años , por lo menos desde 1971, el sistema de paridades fijas y haber entrado en un sistema de paridades flotantes, y ahora cada vez que se ajusta nuestro tipo de cambio para proteger nuestra economía, nuestra industria, nuestro nivel de empleo y con ello nuestra soberanía e independencia nacional, parecería que en el ajuste va empeñado nuestro honor o los ataques a las vergüenzas de nuestras mujeres y esposas, cuando son dos cosas totalmente diferentes.

Es claro, que un dólar caro o bien un peso ligeramente subvaluado, no solo representa uno de los costos que hay que pagar para lograr nuestro desarrollo económico y social, sino que en la práctica representa una de las defensas más eficientes de nuestra economía, en un mundo de globalización creciente, para combatir el sentido consumista de muchos consumidores nacionales de artículos de importación, aunque muchos de ellos no sean mejores que los nuestros, al mismo tiempo que permite que podamos promover mejor nuestros productos en el extranjero, con los beneficios correspondientes en el nivel de empleo.

Para poner un ejemplo, y que aquellos que hallan ido recientemente al “supermercado” pueden constatar, nos deseamos referir a la cerveza TECATE, la cual se encuentra ligeramente más cara, aquí que la Milwokie Light importada. y que tiene una presentación muy próxima. Deseamos señalar dos aspectos: la primera, que la TECATE es mucho mejor cerveza y en segundo lugar, que la planta de TECATE, Baja California, es una planta tan moderna como cual más, sin embargo, si no puede competir en precio en las condiciones actuales en su propio país, ello no es necesariamente por falta de eficiencia, como decían en forma general las autoridades comerciales salinistas, sino por que seguramente el peso estaba y seguramente aún lo esta ligeramente sobrevaluado, por ello la otra cerveza puede salir más barata en México incluso, que una que es producida localmente, sin los costos del transporte de la importada.

Si el consumidor medio, va y compra cerveza importada, por creer que es mejor y estar más barata, es muy probable que nuestra magnífica producción cervecera como la Tecate, reconocida internacionalmente por su buen sabor y calidad, se vaya a almacenar al reducir sus ventas, por lo que va a ser una presión al aumento de inventarios, con ello se van a reducir los tiempos de producción, para más tarde realizar paros escalonados y posteriormente cerrar la planta o ser absorbida por la Milwokie, con lo cual vendrían despidos de personal y más desempleo.

Establecer políticas que estimulen y protejan de manera práctica el desarrollo de productores nacionales que sustituyan importaciones, implica ser nacionalistas y ello implica, “no creer más en nosotros mismos”, simplemente “creer en nosotros”, donde por ejemplo los grandes importadores nacionales como PEMEX, CFE y TELÉFONOS, le deberían dar preferencia, en igualdad de condiciones, a los productores nacionales, siempre y cuando puedan cubrir las especificaciones y garantías correspondientes, pues hoy en día como todos sabemos no se cuenta con ese “handicap”, a la menor provocación todo se importa.

Ya lo han señalado varios colegas y estudiosos del desarrollo económico, como puede señalarse a Josué Sáenz, este proceso se puede impulsar en el caso de México a través de la sustitución de exportaciones , lo que quiere decir brindar apoyos específicos para desarrollar nuevos productos ya existentes en otros países, que incluso considerando el costo del régimen de patentes, podamos competir en costos internacionales por las llamadas “ventajas comparativas” nacionales, a fin de diversificar aún más de manera ventajosa nuestras exportaciones y mejorar el empleo en cantidad y calidad.

Por ello, es muy importante subrayar el carácter progresista y nacionalista del Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000, presentado el 31 de mayo a la nación por el “arido-huache” Ernesto Zedillo Ponce de León, quien en su carácter de Presidente de México, ofreció “no permitir que se sobrevalue el peso”, lo cual posibilita que aparezca la esperanza nuevamente para muchos compatriotas de tener un país que dé seguridad y cobijo para los mexicanos y sus descendientes, muy a pesar de los valores tradicionales de los muchos "baquetones" de Mesoamérica, como también de nuestros importadores compulsivos, tanto institucionales como no institucionales.

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